Historias de vampiros

Anteriormente les habíamos traído que son los vampiros según el «Dictionaire  Infernal» ahora veremos unas historias de vampiros.

El señor de Vassimont, enviado a Moravia por el duque de Lorraine, Leopoldo I, aseguraba, dice Calmet, que este tipo de espectro aparecía frecuentemente y por largo tiempo donde los moravos, y que era muy común en esa zona que hombres muertos se presentasen en las reuniones después de muchas semanas, se sentasen en la mesa sin decir nada a sus conocidos, e hiciesen un signo con la cabeza a alguno de los asistentes, el cual moría infaltablemente algunos días después.

Un viejo cura confirma este hecho al señor de Vassimont, y cita incluso muchos ejemplos que habían pasado, según él decía, delante de sus ojos.

Los obispos y los curas de la zona habían consultado a Roma sobre estas confusas materias, pero la Santa Sede no dio respuesta, pues consideraba todo esto como visiones. Se aconsejaba desenterrar los cuerpos de los que se transformaban, quemarlos o consumirlos de alguna otra manera, y fue por este medio que se libraron de estos vampiros, que día a día se hicieron menos frecuentes. De todas maneras estas apariciones dieron lugar a una pequeña obra compuesta por Ferdinando de Schertz, e impresa en Olmutz en 1706 bajo el título de Magia Posthuma. El autor cuenta que en cierta aldea una mujer, estando muerta y con todos los sacramentos, fue enterrada en el cementerio de manera normal. Claramente no se trataba de una persona excomulgada, pero tal vez sí una sacrílega. Cuatro días más tarde los habitantes de la aldea oyeron un gran ruido y vieron un espectro que se presentaba bajo la forma de un perro. Después, bajo la forma de un hombre, no a una persona solamente, sino a muchas. Este espectro apretaba la garganta de las personas a las cuales se dirigía, les apretaba el estómago hasta sofocarlas, les quebraba casi todo el cuerpo y los reducía a una debilidad extrema, de modo que se les veía pálidos, flacos y extenuados. Los animales mismos no estaban tampoco al abrigo de su maldad: amarraba las vacas una a otra por la cola, cansaba a los caballos y atormentaba de tal manera al rebaño, de cualquier forma, que no se escuchaban más que mugidos y gritos de dolor. Estas calamidades duraron varios días, y no se terminaron más que quemando el cuerpo de la mujer vampiro.